sábado, 16 de enero de 2016

Mi viaje a Monzón en vísperas de las fiestas

Imagen extraída de: http://entusiasco.blogspot.com.es/2013/10/castillo-de-monzon-vistas-nocturnas.html

Era el primer viernes de agosto, salía de almorzar y un nerviosismo especial recorría todo mi cuerpo. Es algo que solamente unos privilegiados podemos sentir. Sólo los que somos de pueblo sabemos que es eso. Ese día empezaban las fiestas de Castiliscar ¡las mejores del mundo!

Pensaba pasar un día tranquilo, compras de última hora y esas cosas. Iba por el Paseo de Calanda y unos rumanos de dos por dos, me levantan la mano. Paro para recogerlos y veo que el pelotazo que llevan es importante. Sin subirse al coche me preguntaron para ir a Monzón.
Entre que el castellano no era muy bueno y que la lengua se les trababa entendí que querían ir a la calle Monzón, en Torrero: unos 6 euros les dije. – No no, Monzón pueblo.

En ese momento la cabeza empieza a valorar los pros y los contras a la velocidad de la luz y sin darme cuenta. Ese día no pensaba hacer mucha caja, así que era una buena oportunidad de negocio, claro que también podía ser que no cobrara o incluso algo peor, desde que me metieran una paliza y me robaran el coche, hasta....
- Está bien subir, les dije.

El que estaba más despierto se puso de copiloto, se echo mano al bolsillo y saco cuatro billetes de 50 € y alguno de 100 €, todo arrugados, en una zarpada y los dejó caer por el salpicadero.

- Ves, tenemos dinero y ahora vamos a parar en un bar para coger una coger una cerveza.

Obviamente les dije que no iba a hacer eso, lo cual les despertó y les incomodo bastante.

- Por favor, solo una lata, que te cogemos una para ti, que si no nos bajamos…

Así que, para no perder la carrera finalmente decidí parar.

La lata de cerveza había pasado a ser dos jarras de tercio, tres bocadillos y una naranjada para mí. Ya no les iba a decir que no y, por lo menos, habían tenido el detalle de cogerme algo para mí también, así que adelante. Lo único que me puede pasar seria que me pare la Guardia Civil y si ocurre, creo que el hecho de llevar las jarras seria lo menos, pensé.

De todos mis defectos, el que mejor llevo es la ingenuidad. Me fío de la gente. Pienso que todo el mundo es bueno. Cojo a todo el mundo que me para, busco el lado bueno de la gente y espero no tener razones para cambiar ese defecto.

En lo que estaba, no había salido de Zaragoza y al de atrás se le cayó media cerveza por encima y había dejado la jarra a medias entre los pies. Me estaba empezando a poner nervioso. Mas. Estaba más pendiente de la cerveza del de atrás que de la carretera cuando en un mal gesto levanta los pies y la tira. Clavé los frenos, puse los intermitentes y paré en el arcén.

-¡Se acabó! ¡Os bajáis aquí! - dije.

Obviamente era un farol, porque yo, lo que quería era cobrar, de esa manera me hacía con la situación,  al fin y al cabo en esos momentos ellos dependían totalmente de mí y visto su estado ya no se iban a poner a pegarme.

Guardé una jarra en la guantera de medio de los asientos, el otro tiró la otra jarra a un campo y continuamos la marcha.
Cogimos la carretera y al momento se quedaron dormidos.
Esa sensación de llevar dos borrachos dormidos encima y no saber dónde vas, ¡no me habían dicho la dirección!

En el trayecto contacté con el abogado de la emisora y claro, me dijo que para qué los había cogido. Por otro lado mejor que no me ayude porque mi anterior experiencia con él había sido nefasta, pensé.

Ya pasado Huesca vi a lo lejos un patrol verde. Era la primera vez que me alegraba de ver a la Benemérita en la carretera. Pensé que si me acompañaban estaría mas seguro y los otros se cortarían si llevaban malas intenciones. Me puse detrás de ellos un rato haciéndoles la ráfaga como señal de advertencia y no me hacían caso. Decidí ponerme a la par y hacerles gestos pero nada, cogieron la siguiente salida.

Ya estábamos llegando a Monzón. Yo no había estado antes. Los rumanos seguían sobaos. Al fondo, justo en la entrada del pueblo veo la bandera roji-gualda, me acerco y leo el cartel “Todo por la patria” –Esta vez me hacen caso- pensé.

PIIII PIIIIII PIIIIII PIIIIII, Hice sonar el claxón hasta que salió una pareja.

- Buenos días, mire usted que vengo de Zaragoza y llevo a dos clientes en mal estado y no sé donde los tengo que dejar.

- Si, pues ningún problema, vamos a sacarlos, los identificamos y que le abonen.

Al empezar a mover a los clientes se despiertan.

- ¿Pero por qué? ¿Por qué haces esto? me decían.

Como pude los saqué ya que la colaboración de los agentes fue escasa, mas allá del efecto intimidante. Me pagaron la carrera con los billetes que había en el salpicadero. Pese a la tentación, no había tocado ni uno, al rato me preguntaron si me habían pagado, ¡pude haber cobrado dos veces!

Hice todo el camino de vuelta cantando y para mí iba pensando que, en el fondo todo el mundo es bueno, y más cuando se acercan las fiestas de mi pueblo.